viernes, 26 de febrero de 2010

Ahora se llama El Danubio Azul

Elpidio Lasotras
Las puertas como las de El Danubio sólo las había visto en películas de vaqueros. Tenía ocho años entonces. Los señores y yo comenzamos a entrar y me encontré con un lugar oloroso a cigarro y a pescado; a la izquierda, una barra dejaba ver tras su estructura a un hombre vestido con pantalón negro, camisa blanca y moño también negro (tiempo después supe que era el propietario); a la derecha, pegada a la pared y a mitad del salón, una rocola tocaba canciones norteñas; a lo largo y ancho del lugar, varias mesas eran ocupadas por hombres en compañía de algunas mujeres que llevaban faldas cortas; al fondo, el olor a orines proveniente de un cuartito me indicó la posición del baño, y junto a éste había otra puerta, donde estaba la cocina.

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