miércoles, 10 de febrero de 2010

Buganvilias


Pachucosoy


Es curioso cómo la luz puede cambiar las cosas de forma tan drástica. Esto lo noté cuando era niño. En el camino a la escuela había un grupo de buganvilias de diferentes colores: amarillas, rojas, blancas y moradas. Durante el día sus colores hacían el camino mucho más agradable. Todas las mañanas, al ir y venir de la escuela, me quedaba viendo un instante el arco que algún jardinero había formado con ellas sobre la banqueta, eran realmente bellas. Sin embargo, durante la noche se convertían en una cosa completamente diferente, los colores prácticamente desaparecían y las sombras de las ramas –y las ramas mismas– formaban un túnel siniestro sobre la banqueta. Recuerdo que por las noches siempre apretaba el andar al pasar por ahí.

La sangre durante el día es algo que siempre me ha parecido desagradable. Su color me provoca náuseas y me torna el rostro pálido; su olor me marea. Pero, como con las buganvilias, la luz o la falta de ella produce cambios en la forma en la que se percibes las cosas. Con la sangre no lo descubrí hasta la juventud, ahí en la antigua bajada de San Antón; una bajada pronunciada, torcida y empedrada. Un idiota quiso asaltarme con un desarmador; me resistí, peleamos, sentí la sangre del asaltante en mi mano. Salió corriendo. Me sentí satisfecho… complacido. Llevé mi mano a la boca, saboreé la sangre: era dulce, tibia. Al poco tiempo me mudé de ahí y cambié esa bajada por otras, pero no podía olvidar el sabor de la sangre en mi boca ni la sensación de satisfacción. Quería repetir ese momento. Así que me fui a la Plazuela a tomar unos tragos. Pedí vino hasta que la madrugada me alcanzó y sentí que no sería suficiente. Caminé por Guerrero, donde otro como yo caminaba frente a mí. Justo cuando pasábamos por la “Lido” le di, con todas mis fuerzas, un golpe en las costillas y no me detuve hasta sentir una cantidad considerable de sangre sobre mis manos; la bebí. No sé qué le paso a él ni a los que siguieron, sin embargo sé que la sangre me sigue mareando durante el día y las buganvilias me provocan miedo durante la noche.

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