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Pachucosoy
Todas las noches es la misma rutina: esperar a que den las once, ponerme el sombrero con caída al costado derecho y vestir mi más elegante (y único) traje. Caminar cuesta arriba el boulevard Juárez hasta llegar a la esquina de la plazuela y esperar a que salga alguna, o algunas casi inconscientes; acercarme a ellas con familiaridad, tomarlas del cabello, robarles un beso con olor a cerveza o a vómito, pero intoxicante al alma; jalarlas del brazo cuesta abajo por boulevard Juárez y besarlas bajo cada árbol y en cada esquina hasta llegar a Himno Nacional; arrancarles la ropa, recibir sus golpes, recibir sus sudores, dejarme arañar sin soltarlas, recibir sus escupitajos, dejarlas hacer sin dejar de hacer. Dormir…
Todas las mañanas la misma rutina; si hubo suerte, sacarlas casi dormidas, escurriendo en sus líquidos; subirlas al taxi y despedirlas con un beso; decir “te veo mañana”, para volver a salir a encontrarla en otras, esa misma noche y recibir sus besos y mordidas, sus golpes y caricias…
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